martes, 21 de mayo de 2013

Cuento: La rebelión de las ranas

Las ranas viven entre pantanos, arroyos, nueces y sombras. Caminan sin miedos, nadan por las tardes, incluso cuando hay lluvia. No miran el tiempo, lo sienten, no corren con prisa, corren con ganas. Duermen entre cojines de burbujas,  bosques y la música de los pájaros. No existen los relojes. En la Selva las ranas cada noche tienen fiesta, y no celebran el nacimiento de ningún dios ni santo. Las ranas son anfibios, no humanos, no conocen la fe, pero sí la solidaridad y el apoyo mutuo. En la Selva las ranas viven sin dinero y no leyeron a Kropotkin, ese incansable amante de la humanidad. Las ranas no tienen presidentes ni autoridades, deciden todo en comunidad, organizadas en federaciones libres con ranas de otras lagunas y estanques.  En el mundo de las ranas todo pertenece a todos, y al no existir propiedad privada ni dinero, la tasa de crímenes entre ellas es casi inexistente.

En el mundo de las ranas tampoco abundan grandes industrias, pero sí infinitos medianos y pequeños talleres donde se estudia y a la vez trabaja, pero no por un sueldo, ni un por vale, sino por el disfrute de aportar, por la pasión de compartir, de crear. Pero las ranas no siempre vivieron así, antiguamente eran dominadas por una fuerza maligna que creció entre ellas durante siglos. Pasaron por regímenes donde los malos tratos eran habituales, ya que las ranas  feudales  obligaban a las  demás a  trabajar de sol a sol, sin derecho más que a comida, y a veces ni siquiera a un poco de agua o alimento. 

Después de varios siglos de dominación feudal decidieron poner fin a la esclavitud de dichos señores, y declararon la república de las ranas, donde la propiedad privada y el libre mercado sustituyó al todo poderoso monarca rana-ranón, y aunque existieron avances en materia social, este nuevo sistema capitalista de mercaderes no trajo consigo la igualdad ni la libertad que la gran mayoría esperaba, ya que las ranas burguesas que años  antes  levantaron la bandera de la liberación, no fueron capaces de acabar con las formas autoritarias de la sociedad, simplemente cambiaron el Poder de manos, de los latifundistas a los mercaderes, de los ejércitos mercenarios a los ejércitos profesionales, de los códigos bíblicos a los códigos penales, de los monarcas a los presidentes,  instituciones que aunque con otras características, de todos modos  heredaron la esencia  déspota y autoritaria del antiguo régimen anfibio, donde unos pocos deciden y otros muchos callan.

La resistencia contra esta nueva dominación se extendió por muchos años, generación tras generación, las ranas aprendieron a través del estudio y la experiencia las causas del porqué una vez consolidada la revolución que acabó con el feudalismo e instauró la república de las ranas, los vicios del sistema continuaron, o incluso las calamidades del autoritarismo sapo aumentaron: pasaron por guerras y hambrunas, provocadas por la sociedad de la propiedad privada, donde todo era una mercancía, todo, la salud, la educación, la comida. Lo único que importaba era producir y consumir. Las aguas de las lagunas se contaminaron, los recursos eran disputados por las élites político/financieras de las diferentes regiones. En el afán de acumular se formaron países con grandes ejércitos, cárceles y carreteras, estos a su vez conformaron alianzas con otros países, pero no para el beneficio de la mayoría de las ranas, sino, para el interés egoísta de los gobernantes y capitalistas.

Para reemplazar este orden social injusto diferentes propuestas y visiones se levantaron dentro del movimiento social anfibio, unas hablaban de que el método correcto era el sindicalismo, otras, la organización en frentes de lucha coordinados desde organizaciones específicas, otras, desde la informalidad y el ilegalismo. Las diferentes posturas generaron grandes debates, no exento de tensiones y polémicas, a las comunidades anfibias les costó tiempo darse cuenta de que para desplazar un régimen autoritario tan extendido, era necesario unir fuerzas y virtudes desde los diferentes colectivos de ranas, en vez de discutir airadamente qué orgánica era mejor. Dicha situación cambió definitivamente cuando en un congreso de ranas libertarias, un grupo de estudio expuso con gran elocuencia la conclusión de que los métodos organizativos en disputa eran complementarios y no antagónicos, siempre y cuando compartieran los mismos objetivos básicos: la abolición del Estado, el capitalismo y toda forma de dominación; y los mismos medios: el asamblearismo, la horizontalidad y el mutuo acuerdo.

Esta opinión, aunque sin ser inédita, fue expuesta de tal forma que convenció a muchas ranas y organizaciones, que poco a poco se coordinaron en instancias formales e informales, fundaron periódicos de gran tiraje, centros sociales, cooperativas anfibias, sociedades de resistencia,  sindicatos y federaciones en base a las necesidades e intereses de las mismas ranas en lucha. Fue así como tras no pocas batallas contra la burguesía anfibia, lograron derribar el régimen de la propiedad privada, reemplazándolo por lagunas libres sin Estado ni jerarquías de ningún tipo. 

Hoy para mantener dicho orden social, cada rana aporta desde sus capacidades, no separan las funciones políticas de las  labores económicas, evitando así el nacimiento de burocracias. Cada rana, si así lo desea, participa en las asambleas periódicas de la comunidad, y en estas no reina la Dictadura de las mayorías, nadie domina a nadie. Cuando en una asamblea un determinado número de ranas decide las actividades a realizar, si un grupo o individualidades de ranas no están de acuerdo, simplemente no se suman a la acción, o la realizan de otra manera, y aunque a veces hay dificultades, como en cualquier convivencia social, no hay mayores complicaciones, porque los valores comunes de las ranas son: el apoyo mutuo, la solidaridad, la autonomía, y el respeto a la naturaleza, a los ríos, los peces, y a todos los animales de la selva.  

Es así como las ranas lograron construir una sociedad libre, sin cárceles, ni cuarteles, ni tanques, ni armas; estas solo se pueden observar en los museos del viejo orden. Muchos años les costó, pero finalmente dejaron atrás  la contaminación, el autoritarismo y la miseria. Las ranas gozan hoy de agua fresca, frutos, miel de nísperos, abrigo para todos, juegos de imaginación, literatura y paseos por el acantilado de las mentes frescas.





 Texto: @tierrarevuelta
 Dibujo: @DaniEla

Cuento extraído del folleto "Las pecas de Guillermito y otros cuentos ácratas".



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